En el vasto mar de Galilea, en medio de fuertes vientos, y olas que azotaban la barca en la que se encontraban los discípulos, apareció Jesús, andando sobre el mar. El temor de aquellos hombres inundaba su corazón, no sabían si lo que vieron en medio del mar era un fantasma o una persona. Quizá no se les cruzó por la cabeza el pensar que era su Maestro, su Señor y Salvador quien había vuelto de orar. -Tened ánimo, yo soy- les dijo, apacentando su dudoso corazón. Y Pedro, aún con un pensamiento dubitativo acerca de Jesús, le pidió caminar en las aguas hacia Él para comprobar si era quien había dicho ser. Jesús aceptó, -ven- le dijo, y, en medio del camino, Pedro volvió a dudar, se desesperó, y clamó por ayuda. En seguida, Jesús lo sostuvo de la mano. - ¡Hombre de poca fe!, ¿Por qué dudaste? - exclamó el Señor.

Esta situación puede parecer lejana para nosotros, pero no es así. Muchas veces las circunstancias que vivimos hacen que nuestro panorama se vea como una barca que es azotada por fuertes vientos, en medio del mar. ¿A quién ves en medio de la aflicción? El Señor está dispuesto a llevarte por el camino de la renovación, de la transformación de tu corazón. Y si, este camino puede verse como las aguas del mar, que dan miedo de tan sólo verlas. Pero hoy, en este capítulo, aprenderemos acerca de cómo permanecer y confiar en Jesús. Recuerda, Él va a extender su mano siempre, pero necesita que decidas PERMANECER EN ÉL.

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